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EL OPUS DEI SU VERDADERA FAZ (Opus Judei)


EL OPUS DEI:

SU VERDADERA FAZ TEXTOS

-CITAS Y COMENTARIOS-

Madrid –

Diciembre 1991 3ra Impresión –

Diciembre 2000 Santa Fé de Bogotá

Valga este trabajo como proclama de la Instauración del Reinado de Nuestro Señor Jesucristo, en estos tiempos de apostasía.



El Espíritu Santo ilumine los corazones y aclare el entendimiento de aquellos que lo lean.

¡Sursum corda! Madrid, Diciembre del año 1991

Autor: Juan Morales


INTRODUCCIÓN.


Mucho se ha dicho y se dice del Opus Dei. Nosotros sólo pretendemos en este trabajo, mostrar cuál es el espíritu que anima al Opus, el cual hace de esta organización un verdadero Caballo de Troya dentro de la Iglesia. Nos limitamos a reunir los textos y citas más significativos que revelan l qué es el Opus Dei.


Los textos están extraídos de autores promovidos por la Obra y cuyos libros fueron editados por la misma a través de su editorial Rialp. La importancia de las citas viene de lo que el mismo Opus Dei dice acerca de sí, siendo el mejor testimonio pues son sus propios textos. El Opus Dei se caracteriza por tener una mentalidad laical, que, responde en última instancia a un espíritu laico y secular, lo cual permite afirmar que, el Opus se identifica en este aspecto con el espíritu modernista del Vaticano II.


I. LA MENTALIDAD LAICAL DE ESCRIVÁ DE BALAGUER


“Para nosotros el sacerdocio es una o circunstancia, un accidente, porque dentro de la Obra la vocación de sacerdotes y de seglares es la misma”. En el libro “Opus Dei” de Peter Berglar, encontramos en el capítulo VIII (pág. 236) subtitulado “La Revolución Aprobada”:


Ocho semanas después de la muerte de Monseñor Escrivá de Balaguer, el Cardenal Frings -que había sido Arzobispo de Colonia desde 1942 hasta 1969- escribía una carta al Papa Pablo VI en la cual definía al Fundador del Opus Dei como un pionero de la espiritualidad laical que había reconocido con clarividencia los peligros y las necesidades de los tiempos; en la carta presagiaba para la Obra una importancia capital en el futuro de la Iglesia”.


Tan es así que Berglar (ibídemn pág. 216) no titubea en afirmar:


“(...) todos los miembros del Opus Dei tienen ‘mentalidad laical’, lo cual es una condición indispensable para su vocación específica, ya que ésta consiste en ir por caminos de santidad y de apostolado cumpliendo con la mayor perfección posible la labor profesional y los deberes y derechos de estado en medio mundo. Para querer alcanzar la santidad no hace falta rechazar ó alterar este estado”.


Esta mentalidad laical no cambia aún en los sacerdotes del Opus lo cual explica Berglar a continuación: 3


"Aquellos laicos que son llamados al sacerdocio (un porcentaje muy pequeño en relación a la totalidad de los miembros) no sufren, por tanto, un conflicto interior, una ‘crisis de identidad’; su vocación al Opus Dei permanece inalterada e íntegra. La ordenación sacerdotal, -según explicaba el Fundador, en nada cambia lo esencial de la vocación a la Obra: la ‘mentalidad laical’ de un sacerdote -qué duda cabe- consiste en ejercer con la mayor perfección posible su trabajo ‘profesional’, o sea, su ministerio sacerdotal. Gracias a que llevan años siendo miembros del Opus Dei y gracias a la ‘mentalidad laical’ que han adquirido los sacerdotes de la Obra están especialmente capacitados para una acción pastoral en el mundo.


Esa mentalidad les hace totalmente inmunes contra cualquier tipo de clericalismo: no se entremeterán en cuestiones incompatibles con su 1abor sacerdotal, ni en sectores que competen a la responsabilidad libre y personal de los laicos”. “El mismo Fundador, a lo largo de toda su vida dio ejemplo de esta mentalidad laical que predicó con tanta intensidad y que exigió con tanta fuerza”.


Era tal la audacia de este espíritu laical del Opus y de su Fundador que el mismo Berglar lo reconoce en los siguientes términos (pág.218):


“Lo que hoy se lee sin sorpresa y se considera como algo natural y sabido, a comienzos de los años cuarenta era algo nuevo y parecía muy audaz. Ni siquiera los que tenían que ver con ello más directamente comprendieron de golpe toda la profundidad de la conexión interna y la íntima unidad que existía entre ‘alma sacerdotal’ y ‘mentalidad laical’: Aquellos tres que iban a ser los primeros sacerdotes del Opus Dei habían recorrido durante casi diez años un camino de entrega como laicos en el mundo, según el espíritu de la Obra; la vocación al sacerdocio ¿no les podría parecer, en primer momento, como una contradicción respecto a su genuina vocación laical? Lo que hoy es ‘transparente’ para cualquiera, don Josemaría entonces se lo tenía que explicar, paso a paso a sus hijos.


Se había esforzado, durante años, por encontrar la solución jurídica a un problema a todas luces difícil e incluso contradictorio, aunque esa contradicción -como luego se vería- fuera sólo aparente, no real.


Cuando el 25 de junio de 1944 recibieron por primera vez tres hijos suyos la ordenación sacerdotal, se sentía a la vez -lo dijo algún tiempo más tarde- muy contento y muy triste: ‘Amo de tal manera la condición laical de nuestra Obra, que sentía hacerlos clérigos con un verdadero dolor; y, por otra parte, la necesidad del sacerdocio era tan clara, que tenía que ser grato a Dios Nuestro Señor que llegaran al altar esos hijos míos’.” Salvador Bernal cita también este hecho en su libro “Mons. Esrivá de Balaguer” (edit. Rialp, pág. 152).


No nos sorprende el que, para Escrivá no había distinción dentro del Opus entre un laico y un sacerdote. Todos son iguales: “Aunque el sacerdocio es lo más grande que Dios puede dar a un alma, queda también claro en la mente del Fundador del Opus Dei que para nosotros el sacerdocio es una circunstancia, un accidente, porque -dentro de la Obra- la vocación de sacerdotes y de seglares es la misma.” 4


En el Opus Dei todos somos iguales. Sólo hay una diferencia práctica: los sacerdotes tienen más obligación que los demás de poner su corazón en el suelo como una alfombra, para que sus hermanos pisen blando. Las obras del Opus aún las sobrenaturales, se efectúan con esta mentalidad laical (pág.309): “...el modo de dirigir las obras (...) apostólicas promovidas por el Opus Dei. Estas labores -como es sabido- responden a una finalidad sobrenatural. Pero se proyectan y gobiernan con mentalidad laical, (…) Por eso no son confesionales...”.


Según explican ellos mismo, la no confesionalidad (lo cual veremos más adelante) del Opus Dei, radica en esta mentalidad laical (pág.87).


“Mons. Escrivá de Balaguer -explica Bernal- fue un sacerdote que no hablaba más que de Dios. Era ostensible, clamorosamente patente. Y vivió también muy a fondo esa mentalidad laical que tanto predicó, con todas las consecuencias prácticas que de ella se derivan: para un sacerdote, no mangonear las almas, no entrometerse en lo ajeno, respetar la libertad de las conciencias, abominar de privilegios y exenciones...” Vemos cómo de esta mentalidad laical se llegan a actitudes no sólo anticlericales como veremos, sino también un “espíritu liberal” basado en el respeto de la libertad y la dignidad del hombre.


Andrés Vázquez de Prada, en su libro “El Fundador del Opus Dei” (editorial Rialp pág. 235), no deja de manifestar también esta profunda e innovadora mentalidad laical de Escrivá: “Divertíase el Padre contemplando tropiezos y enredos, pero en el fondo, al considerar el buen aprovechamiento de sus hijos, le retozaba el alma con legítimo orgullo de Padre. No obstante viéndolos vestidos de negro, le manaba también una indecible sensación de pena al pensar que perdería para siempre tres hijos seglares. ¡Tan profundo era el espíritu laical que llevaba dentro!” “En esos instantes de novedad circunstancial, las fibras de su ser vibraban como un diapasón de horquilla, cuyas dos púas eran las dos vertientes de su espíritu: ‘alma verdaderamente sacerdotal y mentalidad plenamente laical’.”


Mucho se ha dicho y se dice del Opus Dei. Nosotros sólo pretendemos en este trabajo, mostrar cuál es el espíritu que anima al Opus, el cual hace de esta organización un verdadero Caballo de Troya dentro de la Iglesia. Nos limitamos a reunir los textos y citas más significativos que revelan lo que es el Opus Dei. Los textos están extraídos de autores promovidos por la Obra y cuyos libros fueron editados por la misma a través de su editorial Rialp.


La importancia de las citas viene de lo que el mismo Opus Dei dice acerca de sí, siendo el mejor testimonio, pues son sus propios textos. El Opus Dei se caracteriza por tener una mentalidad laical, que, responde en última instancia a un espíritu laico y secular, lo cual permite afirmar que, el Opus se identifica en este aspecto con el espíritu modernista del Vaticano II. La mentalidad laical respira por doquier, pues como dice el mismo autor: 5 “En la Obra (...) la mentalidad laical que la acompaña, era palpable hasta en el aspecto numérico.” (pág. 351).


II. ESCRIVÁ DE BALAGUER Y SU AMOR POR EL MUNDO.


“Para los socios del Opus Dei el estar al día, el comprender el mundo moderno, es algo natural e instintivo, porque son ellos -junto con los demás ciudadanos, iguales a ellos- los que hacen ese mundo y le dan su modernidad”.


La mentalidad laical de que tanto se ufanan los del Opus, los identifica con el mundo a tal punto de llegar a decir que no necesitan adaptarse a él, lo cual significa que tienen la mentalidad del mundo. “Dios Nuestro Señor -decía el Fundador- ha puesto al día la Obra de una vez para siempre, dándole esas características peculiares, laicales, y no tendrá jamás necesidad de adaptación al mundo, porque todos sus socios son del mundo”. (pág. 352).


Bernal, en su libro “Mons. José María Escrivá de Balaguer” (pag. 138), cita un extracto del reportaje publicado en el libro “Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer”, en el cual se nos muestra ese mundo que tanto ama el Fundador y expresado por él mismo de la siguiente manera:


“Para los socios del Opus Dei el estar al día, el comprender el mundo moderno, es algo natural e instintivo, porque son ellos -junto con los demás ciudadanos, iguales a ellos- los que hacen nacer ese mundo y le dan su modernidad”. (pág. 138).


En la pág. 173 del mismo libro, expresa el autor refiriéndose a Escrivá:


“Su corazón desbordaba cariño: hacia Dios, hacia los hombres, hacia el mundo. Amar al mundo apasionadamente es el título de la homilía que predicó en 1967 en el campus de la Universidad de Navarra…” (pág. 173).


La compenetración del Opus y de su Fundador con el mundo es tal, que constituye su verdadera espiritualidad y una plena armonía con el Concilio Vaticano II, acorde con su espíritu liberal y modernista que lo caracteriza. Vázquez lo refleja aquí:


“Siendo éste el espíritu de nuestra Obra, comprenderá que ha sido una gran alegría para nosotros ver cómo el Concilio ha declarado solemnemente que la Iglesia no rechaza el mundo en que vive, ni su progreso y desarrollo, sino que lo comprende y ama.


Por lo demás, es una característica central de la espiritualidad que se esfuerzan por vivir -desde hace casi cuarenta años- los socios de la Obra…” (pág. 31). Por eso, Vázquez de la Prada en su ya mencionado libro “El Fundador del Opus Dei” nos recalca que Escrivá: “Amaba entrañablemente al mundo” (pág. 420).

Todo lo cual nos lleva a la novedad e innovación de la espiritualidad de Escrivá y del Opus (tachada de revolucionaria por unos, herética por otros). Ana Sastre en “Tiempo de Caminos” (editorial Rialp pág. 95), nos comenta:


“Esta actitud de amor al mundo, como salido de las manos de Dios, y a sus nobles realidades, la acogida a toda dedicación humana y la libertad y responsabilidad, exclusivamente personales, consecuencia de la dignidad del hombre, producirán conmoción.” (pág. 95). 6


Un poco más adelante, la autora continua explicando:


“Estos datos ayudan a comprender lo sorprendente de una institución con las características del Opus Dei. El clima de secularidad e iniciativa personal en que se mueve llevará a su Fundador a ser calificado de progresista, hereje y loco.” (pág. 95).


Lo mismo dice Vázquez reconociendo el aspecto innovador y otrora herético, pero hoy convalidado por el Concilio Vaticano II:


“...su colaborador y sucesor -se refiere al hoy Mons. Álvaro del Portillo- que siguió desde dentro el Vaticano II, contribuyendo a su desarrollo, comentará: ‘En cuántas ocasiones, durante la aprobación de los documentos del Concilio, hubiese sido de justicia hablar con el Fundador del Opus Dei y repetirle: ¡Felicidades, porque lo que tiene en su alma, lo que ha enseñado incansablemente desde 1928, ha sido proclamado con toda solemnidad, por el Magisterio de la Iglesia!’.” (pág. 336). “Al recorrer la doctrina que vivifica los documentos del Vaticano II, en el que se repiten las enseñanzas tradicionales remozando su ropaje -viejo como el Evangelio y como el Evangelio nuevo- sorprende ver con qué facilidad se ajusta a los textos oficiales lo ya predicado por el Fundador. Aquella doctrina, que treinta años antes algunos consideraron descabellada y herética, estaba ahora revestida de solemnidad oficial.” (pág. 336).


Un espíritu inédito como confiesa Ana Sastre, subtitulando así uno de los capítulos de su libro “Tiempo de Caminar” y que, a continuación dice:


Desde el primer momento, Don Josemaría se entrega de lleno a la misión que le ha sido confiada. A pesar de la claridad meridiana con que ha visto el camino, comprende que su realización implica un fenómeno teológico inédito dentro de las líneas de espiritualidad existentes, en ese momento, dentro de la Iglesia.” (pág. 97).


No es así de extrañar que Escrivá afirme, tal y como lo recoge Salvador Berna1 en su libro “Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer”:


“La Obra aparecía, al mundo y a la Iglesia, como una novedad. La solución jurídica que buscaba, como imposible. Pero (...) no podía esperar a que las cosas fueran posibles. Ustedes han llegado -dijo un alto personaje de la Curia Romana- con un siglo de anticipación. Y, no obstante, había que intentar lo imposible. Me urgían millares de almas que se entregaban a Dios en su Obra, con esa plenitud de nuestra dedicación, para hacer apostolado en medio del mundo”. (pág. 257).


En “Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer” también vemos que la identificación de Escrivá con el mundo es total, y confiesa su amor apasionado por éste: “…y no cabe en modo alguno hablar de adaptación al mundo, ó a la sociedad moderna: nadie se adapta a lo que tiene como propio; en lo que se tiene como propio se está.” (pág. 117). “Pero el Señor no me ha dado vocación religiosa, y desearla para mi seria un desorden. Ninguna autoridad en la tierra puede obligar a ser religioso, como ninguna 7 autoridad puede forzarme a contraer matrimonio. Soy sacerdote secular: sacerdote de Jesucristo, que ama apasionadamente el mundo”. (pág. 229).


La mentalidad laical y el amor al mundo de Escrivá, le hacía un “furibundo” anticlerical. Bernal nos lo expone de la siguiente manera:


“Y he aquí, en este punto, su acusada aversión a todo tipo de clericalismo jamás se le ocurre creer ó decir que él baja del templo al mundo para representar a la Iglesia, y que sus soluciones son las soluciones católicas a aquellos problemas. ¡Esto no puede ser, hijos míos! Esto sería clericalismo, catolicismo oficial ó como queráis llamarlo. En cualquier caso, es hacer violencia a la naturaleza de las cosas”. (pág. 140). “Esta pasión por la libertad es una herencia rica y fecunda que el Fundador del Opus Dei deja a los socios de la Obra y a todos los cristianos.” (pág. 140). “Tenéis que difundir por todas parte una verdadera mentalidad laical, …” (pág. 140).


A este último punto, podríamos añadir un paréntesis tomando como referencia el libro “Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer”, (pág. 228), que reza de la siguiente forma:


“...y esta cristiana mentalidad laical os permitirá huir de toda intolerancia de todo fanatismo...”. Volviendo a Bernal, continúa diciéndonos en el mismo sentido: “Pero la autenticidad de su sacerdocio se desdibujaría si la separásemos de su mentalidad laical...” (pág. 96). “Mons. Escrivá de Balguer se caracterizaba por su decidido apoyo a la secularidad”. (pág. 86).


La novedad del Opus es tal, que conlleva un espíritu profunda mente liberal y revolucionario que, ellos mismos, reconocen vanagloriándose. José Miguel Cejas en “Estudios sobre Camino”, (ediciones Rialp) nos comenta en su artículo subtitulado “Una revolución silenciosa”:


“El hecho de que el mensaje espiritual del Fundador del Opus Dei, trazado a grandes líneas en los puntos de ‘Camino’, sea hoy vivido por millones de personas y aprobado de modo solemne por el Concilio Vaticano II, no debe hacer olvidar el profundo impacto -y a veces desconcierto)- que producía en los lectores de ‘Camino’ de los años treinta, cuarenta y cincuenta. Luis Alonso recuerda que esa doctrina constituía algo revolucionario hasta tal punto que el Fundador del Opus Dei ‘hubo de sufrir el ser tratado como un soñador, fuera de la realidad (. ..)’.


La novedad de las enseñanzas de Mons. Escrivá de Balaguer no consistía sólo en nuevos ‘modos’ de llevar a la práctica una tarea apostólica más ó menos similar a lo que se vivía en aquellos tiempos dentro de la Iglesia. Era una auténtica revolución en el concepto y práctica del apostolado.” (pág. 100). Del famoso libro “Camino”, expresa su carácter novedoso y hasta escandaloso: 8 “...las páginas de ‘Camino’ representaban una novedad casi -y sin casi- escandalosa.” (pág. 100).


III. LA LIBERTAD, ESCRIVÁ DE BALAGUER y EL OPUS DEI.


“Yo daría mi vida cien veces por defender la libertad de tu conciencia”. Además de la mentalidad laical, y el amor al mundo, la libertad fue otra de las cosas que revelan el espíritu modernista de Escrivá y del Opus. Veámoslo con sus propias palabras, (como nos lo cita Vásquez): “Soy amigo de la libertad -proclamaba Mons. Escrivá de Balaguer- porque es un don de Dios, porque es un derecho de la persona humana, porque, con libertad personal y responsabilidad personal, se hubieran evitado la mayor parte de los crímenes del mundo”. (pág. 291). En “Tiempo de Caminar” también Ana Sastre recoge las palabras de Escrivá: “En uno de los pasillos encontré un gran letrero escrito por alguno no conformista, donde se leía: ‘cada caminante siga su camino’. Quisieron quitarlo, pero yo les detuve: ‘Dejadlo -les dije-, me gusta(... )’ Desde entonces, esas palabras me han servido muchas veces de motivo de predicación. Libertad: cada caminante siga su camino.” (pág. 252).


Escrivá, como “paladín de la libertad”, tuvo sus dificultades. Él mismo lo reconocería con las siguientes afirmaciones recogidas por Bernal en su libro: “...la Obra. Cuando apenas había nacido, encontró ya la oposición de los enemigos de la libertad individua1 y de personas tan aferradas a las ideas tradicionales que no podían entender la vida de los socios del Opus Dei: ciudadanos corrientes, que se esfuerzan por vivir plenamente su vocación cristiana sin dejar el mundo”. (págs. 208- 209). “Así hay que amar la libertad: con responsabilidad personal. (...) Pienso que soy -les decía bromean do- el último romántico, porque amo la libertad personal de todos -la de los no católicos también- (...). Amo la libertad de los demás, la vuestra, la del que pasa ahora mismo por la calle, porque si no la amara, no podría defender la mía.” (pág. 272). El citado autor continúa: “Lo asombroso -quiero subrayarlo- fue la fidelidad del Fundador a ese espíritu en los años treinta y cuarenta, cuando hablar de libertad y de pluralismo entre los católicos ordinariamente resultaba contracorriente.” (pág. 229). “El Fundador del Opus Dei vivió el amor a la li bertad hasta extremos heroicos.” (pág. 310).


También Ana Sastre lo declara en “Tiempo de Caminar”: 9


“Llevaba el amor a la libertad en la más honda raíz de su ser humano y cristiano”. (pág. 615). Los extremos “heroicos” con que Escrivá defiende la libertad parecen no ser otros que el pluralismo. Su amor por ésta, le llevó a convertir las casas del Opus en residencias interconfesionales, pues, en ellas, como se nos dice claramente en “Conversaciones con Mons. Escrivá de Ba1aguer”: “(. ..) viven estudiantes de todas las religiones y de todas las ideologías”. (pág. 126).


Si volvemos al libro de Salvador Berna1, encontramos: “La afirmación del pluralismo entre los cató1i cos fue en los primeros años del Opus Dei novedad ininteligible para muchos, porque habían sido formados en una línea justamente contraria...” (pág. 311). Por lo tanto, y como resultado de su patente amor y fidelidad para con la libertad, se hizo firme y tenaz portavoz del pluralismo; en “Conversaciones con Mons. Escrivá de Ba1aguer” es el mismo Fundador quien nos da la prueba fehaciente, pues declara: “Soy muy amigo de la libertad y de que cada uno siga su camino...” (pág. 70). “El pluralismo no es temido sino amado como legítima consecuencia de la libertad personal.” (pág. 190).


Continuando con la Obra de Berna1 “Mons. Escrivá de Balaguer”, llegaremos a la conc1usión de que, la libertad fue una de las pasiones del Fundador del Opus Dei: “El 27 de junio de 1975, en ‘La Vanguardia Española’ de Barcelona, Alfonso Balcells Gorina, testigo de excepción de las dificultades en aquella ciudad, redactó a vuelapluma: ‘Cuando al principio de los años cuarenta hubo en Barcelona incomprensiones y calumnias, nos enseñó el amor a la libertad y el respeto a la libertad de todos’.” (pág. 284). “Una de las cosas que más me han emocionado al conversar con Mons. Escrivá de Balaguer, aparte de su calor humano, de su entusiasmo y su sentido sobrenatural, es su amor a la libertad, afirmó en "La Libre Belgique", Mons. Onclin, pocos días después del fallecimiento del Fundador del Opus Dei.” (pág. 287).


“Mons. Escrivá de Balaguer trató con lealtad a las almas. Defendió la libertad de sus conciencias...” (pág. 296). El mismo autor recoge en su libro lo que le dijo el Fundador de la Obra a una metodista: “Yo daría mi vida cien veces por defender la 1ibertad de tu conciencia.” (pág. 297).



IV. LA “LIBERTAD IGUALDAD Y FRATERNIDAD” EMBLEMA DEL OPUS DEI. 10


Al igual que la Revolución Francesa y el Concilio Vaticano II, Escrivá y el Opus se hacen los portavoces de “La Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Los textos que siguen son una prueba de ello: LIBERTAD “En el Opus Dei el pluralismo es querido y amado” En el libro “Tiempo de Caminar”, de Ana Sastre (Editorial Rialp), ya mencionado podemos encontrar: “La Obra era así la primera asociación de la Iglesia que abría fraternalmente sus brazos a todos los hombres, sin distinción de credo ó confesión.” (pág. 610).


“Este respeto a la libertad de las conciencias es algo que Monseñor Escrivá de Balaguer ha gritado en todos los idiomas del mundo. Ha dicho, repetidamente, que daría la vida por defender la libertad de la conciencia de una sola persona. ¡Libérrimos!... repite constantemente a sus hijos.” (pág. 610). En “Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer”, encontramos el nexo entra libertad y pluralismo. Pluralismo que no es otra cosa que la libertad religiosa, como se podrá verificar: “Como consecuencia del fin exclusivamente divino de la Obra, su espíritu es un espíritu de libertad, de amor a la libertad personal de todos los hombres. Y como ese amor a la libertad es sincero y no un mero enunciado teórico, nosotros amamos la necesaria consecuencia de la libertad: es decir, el pluralismo. En el Opus Dei el pluralismo es querido y amado, no sencillamente tolerado y en modo alguno dificultado.” (pág. 127).


“El cristiano debe amar a los demás, y por tanto respetar las opiniones contrarias a las suyas, y convivir con plena fraternidad con quienes piensan de otro modo.” (pág. 128) Volviendo pues, a Ana Sastre en “Tiempo de Caminar”, podremos leer: “La Obra pregona a los cuatro vientos, que por encima de toda ideología y creencia, mantiene el profundo do respeto a la persona y a su libertad.” (pág. 610). En la “defensa de la libertad”, el Opus hace la mejor garantía de su misión “sobrenatural”... En “Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer” se nos afirma: “Es éste un punto en el que nadie en el Opus Dei podrá permitir jamás la menor desviación, porque debe defender no sólo su libertad personal, sino la naturaleza sobrenatural de la labor a la que se ha entrega do. Pienso, por eso, que la libertad y la responsabilidad personales, son la mejor garantía de la finalidad sobrenatural de la Obra de Dios.” (pág. 129).


La libertad de Escrivá y del Opus culmina, como es de prever, en la libertad religiosa de la cual es su “paladín insólito”, pues, téngase en cuenta que se trataba del año 1928 cuando fundó la Obra. 11 La posición de ésta ante la declaración del Concilio Vaticano II acerca de la libertad religiosa, se nos da a conocer, con las propias palabras del Fundador, cuando fue interrogado por un periodista, y recogidas después por Bernal en “Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer”: “En cuanto a la libertad religiosa, el Opus Dei, desde que se fundó, no ha hecho nunca discriminaciones; trabaja y convive con todos, porque ve en cada persona un alma a la que hay que respetar y amar. No son sólo palabras; nuestra Obra es la primera organización católica que, con la autorización de la Santa Sede admite como cooperadores a los no católicos cristianos ó no. He defendido siempre la libertad de las conciencias. No comprendo la violencia: no me parece apta ni para convencer; el error se supera con la oración, con la gracia de Dios, con el estudio; nunca con la fuerza, siempre con la caridad. Comprenderá que siendo ése el espíritu que desde el primer momento hemos vivido, sólo alegría pueden producirme las enseñanzas que sobre este tema ha promulgado el Concilio.” (pág. 296). Más adelante Bernal añade: “Estaba dispuesto a dar cien vidas que tuviera para defender la libertad de las conciencias.” (pág. 299). Para Escrivá, la santidad deriva de la libertad y del trabajo del hombre, dada su dignidad. De aquí que se puede decir que el Opus y su Fundador tienen una mentalidad “tecnocrática” revestida de apostolado.


Prestemos pues, atención a lo que se nos dice en la obra “Opus Dei” de Berglar: “El núcleo de esta renovación ha sido y será siempre el mismo: la santidad de todos los miembros de la Iglesia. No se trata de la ‘emancipación’ de los laicos, sino de su santidad, que nace de su libertad y- la asume.” (pág. 102). “…servimos -dice Escrivá- a toda la Iglesia con un servicio de carácter profesional, de ciudadanos que llevan el testimonio cristiano del ejemplo y la doctrina hasta los últimos rincones de la sociedad civil”. (pág. 218). “...llega un sacerdote español, Josemaría Escrivá de Balaguer, y proclama una nueva ‘teología del trabajo’, en la que ‘currelar’ es un medio imprescindible de santificación para el cristiano corriente.¿No es esto una provocación? ¿o sólo se trata de una locura?” (pág. 306).


“La triple fórmula: ‘santificar el trabajo, santificarse en el trabajo, santificar a los demás con el trabajo’, es una de las autodefiniciones que más se citan cuando se trata de describir el Opus Dei, una fórmula que no falta nunca ni siquiera en la más escueta contestación a la pregunta sobre la esencia del Opus Dei, sobre qué es realmente y qué pretende la Obra; y, sin embargo, sabemos por experiencia que es uno de los puntos más difíciles de entender. La dificultad no es ficticia, ni tampoco consecuencia de la superficialidad o del no querer entender, sino que tiene aspectos objetivos, pues toca problemas fundamentales del hombre, sobre todo en nuestra época, con su civilización global.” (pág. 306).


“En la espiritualidad del Opus Dei -decía Escrivá en cierta ocasión- el trabajo es fundamental, porque toda la Obra se apoya, como la puerta en el quicio, en el ejercicio de un oficio ó trabajo en medio del mundo; de tal manera que cualquiera que 12 excluya un trabajo humano honesto -importante ó humilde-, afirmando que no puede ser santificado y santificante, podemos decirle con toda seguridad que Dios no le ha llamado a la Obra. Palabras inequívocas, casi implacables, esculpidas en la primera piedra del Opus Dei. Con ellas volvía a las reflexiones que ya había expresado indénticamente en 1932. y dieciséis años más tarde escribía de nuevo: " no hay incompatibilidad entre la moral cristiana, entre la perfección cristiana, y cualquier profesión lícita, intelectual ó manual, de esas que la gente califica como importantes ó de esas que considera humildes.” (pág. 312).


“Precisamente por ser tan categóricas estas afirmaciones de Monseñor Escrivá, es necesario explicarlas pues no se puede creer que sean tan sencillas como pueden parecer a primera vista; se refieren al núcleo más central del Opus Dei y desvelan una característica totalmente irrenunciable de la vocación a la Obra.” (pág. 312). Es asombroso que, sin mencionar para nada la gracia, se llegue a afirmar (dentro de la misma obra que nos ocupa) que: “La única condición (indispensable por supuesto) para que el trabajo sea labor santificante y santificadora es que sea un trabajo honesto y honrado.” (pág. 320). El trabajo es para Escrivá y su Obra lo que vincula al hombre con el mundo, esta es la clave; el trabajo como medio de unión con el mundo al que tan apasionadamente ama. Tal como Ana Sastré en “Tiempo de Caminar” lo manifiesta: “Un rasgo esencial del espíritu del Opus Dei es la valoración del trabajo profesional.


Esa tarea que vincula al hombre con el mundo”. (pág. 598). Mucho antes del Concilio Vaticano II Escrivá muestra el lazo entre santidad, trabajo y dignidad del hombre, mejor que cualquier modernista postconciliar: “El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación (...). No sólo es el ámbito en el que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad santificable y santificadora.” (pág. 95). Volviendo a Bernal, su enfoque (el de Escrivá) de la santidad y del trabajo son absolutamente nuevos. Así lo manifestaría el autor: “El Fundador del Opus Dei no quería resolver ningún problema inmediato. El enfoque con el que planteaba la santificación del trabajo era absolutamente nuevo, original.” (pág. 115).


El propio Fundador explicó esta idea central en infinidad de ocasiones con palabras precisas y atrayentes. He aquí algunas, entresacadas de varias de sus respuestas a diversos periodistas, que fueron publicadas en un libro con el título conocido de ‘Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer’: “El Señor suscitó el Opus Dei en 1928 para ayudar a recordar a los cristianos que, como cuenta el libro del Génesis, Dios creó al hombre para trabajar…” (págs. 137- 138). 13 “Las condiciones de la sociedad contemporánea, que valora cada vez más el trabajo, facilitan evidentemente que los hombres de nuestro tiempo puedan com prender este aspecto del mensaje cristiano que el es píritu del Opus Dei ha venido a subrayar. Pero más importante aún es el influjo del Espíritu Santo, que en su acción vivificadora ha querido que nuestro tiem po sea testigo de un gran movimiento de renovación en todo el cristianismo. Leyendo los decretos del Concilio Vaticano II se ve claramente que parte importante de esa renovación ha sido precisamente la revalorización del trabajo ordinario y de la dignidad de la vocación del cristiano que vive y trabaja en el mundo.” (pág. 137-138).


Podemos sacar la conclusión de que, la santidad, no implica para Escrivá, un espíritu opuesto al mundo, sino todo lo contrario. Fue por tanto una dicha para él, ver cómo el Vaticano II no rechazaba al mundo que tanto amaba. En “Opus Dei” de Peter Berglar lo comprobamos de nuevo: “Su mensaje de que el mundo puede y debe ser santificado desde dentro, por los cristianos corrientes que viven ‘en medio de la calle’, rompía los esquemas acostumbrados que hacían creer que la lucha por la santidad exigía la retirada de este mundo (‘mundo’ entendido como el reino ‘cuyo príncipe’ es el enemigo de Dios) y el paso a otro estado, al estado religioso de ‘almas consagradas a Dios’.” (pág. 217). Vázquez nos lo ratifica en “El Fundador del Opus Dei”: “Qué dicha la de Mons. Escrivá de Balaguer, viendo que el Concilio refrendaba con solemnidad el que la Iglesia ‘no rechazaba el mundo en que vive, ni su progreso y desarrollo, sino que lo comprende y ama’.” (pág. 338). La novedad es tal, que no lo pueden ocultar.


Así lo expone Bernal: “y el Fundador del Opus insistía, consciente de la novedad de ese planteamiento: ‘El auténtico sentido cris tiano -que profesa la resurrección de toda carne- se enfrentó siempre, como es lógico, con la desencarnación, sin temor a ser juzgado de materialismo. Es lícito, por tanto, hablar de un materialismo cristiano, que se opone audazmente a los materialismos cerrados al espíritu’.” (pág. 141). “El trabajo es, pues, la materia prima que hay que santificar, el instrumento de la santificación de los demás.” (pág. 141). IGUALDAD Y FRATERNIDAD “En nuestra Obra siempre han encontrado todos los hombres, católicos o no, un lugar amable...”. Los cooperadores no católicos incluso los judíos, forman parte inseparable del Opus según el mismo Escrivá reconoce, completándose así la ‘familia espiritual’.


De nuevo es Berglar quien lo verifica a con tinuación: “Cuando, en 1950, el Fundador obtuvo finalmente de la Santa Sede el permiso para admitir en la Obra a los sacerdotes diocesanos y para poder nombrar a nocatólicos e incluso no cristianos Cooperadores de la Obra, se ‘completó’ la familia espiritual del Opus Dei.” 14 “Lo que para una ‘familia natural’ son los amigos y conocidos, son los Cooperadores para la ‘familia sobrenatural’ del Opus Dei”. “...ya en mayo de 1935 el Fundador había previsto su existencia en aquélla instrucción a la que dio forma definitiva en 1950: los Cooperadores -se dice en ella- ‘constituyen -sin ser miembros de nuestra familia- una asociación propia e inseparable de la Obra’.” (págs. 244-245). Vázquez también nos hace mención a este respecto en “El Fundador del Opus Dei”: “La aprobación definitiva de junio de 1950 produjo también un agrandamiento de la labor. Con la amplitud de afecto hacia todas las almas que caracterizaba al Fundador, consiguió -con ‘filial forcejeo’- que la Santa Sede admitiera como cooperadores a todas aquellas personas (católicos no-cató1icos hasta no-cristianos) que desearan colaborar, material o espiritualmente, en los apostolados de la Obra.” (pág. 258).


“Era algo inaudito en el acontecer pastoral de la Iglesia, aquel descorrer cerrojos y abrir puertas de par en par, integrando almas de benefactores: protestantes, cismáticos, judíos, musulmanes y paganos. Sólo al pasar los lustros e iniciarse una nueva corriente ecuménica, ese paso audaz, que pudo haberle engendrado muchas incomprensiones, fluía ya con naturalidad en la historia contemporánea: Charlando un día con Juan XXIII, le comentaba el Presidente General: -‘Padre Santo, en nuestra Obra siemprre han encontrado todos los hombres, católicos o no, un lugar amable: no he aprendido el ecumenismo de Vuestra Santidad’-, y el Papa sonreía, complacido.” (pág. 258).


Como conlusión, diremos que, el espíritu ecuménico del Opus Dei es proverbial ya que, bajo una aparente “fachada” de conservadurismo, se oculta una mentalidad progresista y netamente modernista, la cual se refleja en la composición de los miembros de la Obra llamados cooperadores, pues son de cualquier “religión” (incluso judíos), para poder así financiarse. Escrivá, según testimonio de Andrés Vázquez en su libro “El Fundador del Opus Dei” (pág.317), tenía amistad con M. Suskin, un judío de origen ruso, al cual frecuentaba. Lo mismo ocurría en el caso de Hilary Schlesinger, inglesa pero de origen judío, lo cual la hacía doblemente querida por el Fundador -(Tiempo de Caminar, pág.. 613). La amistad de Escrivá con judíos era tan común hasta el punto de tenerlos de cooperadores en la Obra. -Qué contradicción: “Opus Dei” (Obra de Dios), con judíos que cooperan y la financian. Parece ser más “Opus Judaei” (Obra de los Judíos), por lo que se colige además de lo dicho por el P. Meinvielle (ver pág. 52).


Leamos lo que nos presenta al respecto la ya citada Ana Sastre en “Tiempo de Caminar”: “Su origen judío -habla de Hilary Schlesinger- la hace doblemente querida por el Padre que, en más de una ocasión ha respondido a un hebreo que le quiere porque sus dos_grandes amores de la tierra son Jesucristo, que es judío, y su Madre María, también hebrea.” (pág. 614). “Confirmando esta actitud, cabe anotar la respuesta de una mujer perteneciente a la Asociación de amistad judeo-cristiana de Madrid. En una reunión celebrada en 1964, 15 en una sinagoga, un participante de origen sefardí, se levantó para preguntar ‘por qué el Opus Dei perseguía a los judíos’. Yo no era moderadora pero me levanté y dije: ‘Sólo quiero atestiguar un hecho y es que el Opus Dei, lejos de perseguir a los judíos, tiene Cooperadores judíos en Estados Unidos desde 1948. Un aplauso cerrado acogió las palabras (...). Luego hice constar, que no pertenecía al Opus Dei, pero que lo defendía por justicia’.” (pág. 614). ¡Asombroso! el Opus y su Fundador aplaudidos en una sinagoga. Estos judíos cooperadores de los Estados Unidos, son los que financian la Obra pues los cooperadores tienen por “apostolado” el de cooperar económicamente.


Ana Sastre continua: “Cuando Peter Forbarth le interroga en su entrevista del 15 de abril de 1967, la respuesta será afirmación pública de esta alegre realidad de la Obra: ¿Cómo se sostiene económicamente el Opus Dei? Trabajando mucho sus miembros, yo también. Y el que trabaja, gana. Así podemos promover obras corporativas de enseñanza, de asistencia social, etc., que rara vez se sostienen solas. Para mantenerlas además de los miembros del Opus Dei, hay otras personas que ayudan; algunos no son católicos, y muchos, muchísimos, que no son cristianos. Pero ven la labor, la palpan, y se entusiasman de verdad. Por eso aprovecho para decir ahora que soy deudor a muchas personas, incluso no católicas y no cristianas”. (pág. 615).


Que no se diga después de estas declaraciones del propio Escrivá que el Opus Dei no es financiado por judíos, al menos en buena parte, ya que como es sabido, en materia de finanzas y dinero son los amos del mundo. Pero además, Bernal nos hace una clara alusión en relación a este punto: “Idéntica comprensión del verdadero alcance del Opus Dei se dio en Londres, cuando la residencia Netherhall House se disponía a duplicar sus instalaciones, para extender más aún su labor con estudiantes del Tercer Mundo.


El Patronato formado para allegar fondos estaba presidido por un no católico, Bernard Audley ...” (pág. 309). Lo insólito y escandaloso es que, una institución que se dice católica y de Iglesia, tenga pública y oficialmente cooperadores no católicos...


¡Habráse visto mayor espíritu liberal y modernista! Pero sigamos con la misma autora, que continúa explicando: “Los Cooperadores no católicos de la Obra ayudan en las empresas sociales, educativas, culturales, del Opus Dei, y al calor y al ejemplo de esta firme y humana actitud, algunos han llegado a la verdad de la Iglesia Católica por el camino de la amistad, del respeto, de la libertad.” (pág. 611).


“Por esta doble postura de apertura y firmeza, podía escribir el Cardenal Primado de España -Don Marcelo González Martín-, unos días después de la muerte del Fundador del Opus Dei: ‘Mucho antes del Concilio Vaticano II trabajó Monseñor Escrivá de Balaguer, como nadie, en la promoción del laicado, en la auténtica y profunda promoción, no en las ridículas y tristes experiencias que tanto han abundado y siguen haciendo acto de presencia en los años del postconcilio; y en el campo del ecumenismo, y en el diálogo con el mundo moderno, y en el reconocimiento efectivo de la sana autonomía de las realidades temporales. (...) Porque supo ser un auténtico 16 progresista, fue también -como no puede ser menos- un conservador denodado y valiente’.” (pág. 611). La actitud ecuménica del Opus es proverbial: “Si el Opus Dei practica esta abierta acogida con todos los credos de la tierra, pide en cambio que se reconozca la libertad de su espíritu.” (pág. 640).


V. ESCRIVÁ: “PROFETA DE LOS TIEMPOS ACTUALES” Y “PRECURSOR DEL VATICANO II”.


“El Concilio Vaticano II ha promulgado solemnemente lo que Monseñor Escrivá de Balaguer y el Opus Dei ya enseñaban (...) desde hacía varios decenios”. Escrivá fue un “profeta de los tiempos actuales” pues se adelantó un siglo. Fue por eso que tuvo que esperar al Concilio Vaticano II, para que tuviera su Obra plena y cabal aceptación. Sin cambiar de obra, en “Tiempos de Caminar” (de Ana Sastre), se nos expone claramente lo dicho anteriormente: “A mediados de junio de 1956, llega a Madrid una carta de don Álvaro del Portillo para el Fundador del Opus Dei. En sus líneas, esperanzadas pero realistas, le anunciaba al Padre el desenlace de los esfuerzos llevados a cabo durante estos meses para conseguir el ‘Decretum Laudis’.


Los organismos competentes de la -Santa Sede han llegado al convencimiento de que tal concesión es, de momento, imposible. La Obra no encaja en ninguna de las formas asociativas reconocidas por el Derecho de la Iglesia. Un alto personaje de la Curia ha dicho a don Álvaro: ‘Ustedes han llegado con un siglo de anticipación’. Está claro que para salvar esta dificultad es necesaria la presencia de Padre. Sólo él, con su autoridad de Fundador, podrá conseguir lo que, visto con ojos humanos, parece una empresa imposible.” (pág. 326). “Años más tarde, el Fundador del Opus Dei recordaba que, en 1956, decían en Roma que el cauce jurídico de la Obra rompía los moldes del Derecho Canónico. Y añadía: ‘La Obra aparecía al mundo y a la Iglesia, como una. novedad. La solución jurídica que buscaba, como imposible. Pero, hijas e hijos míos, no podía esperar a que las cosas fueran ‘posibles’. –‘Ustedes han llegado (dijo un alto personaje de la Curia Romana) con un siglo de anticipación’-. Y, no obstante, había que tentar lo imposible.” (pág. 328). La Iglesia Tradicional no podía por más que rechazar al Opus.


Se requirió que el humo de Satanás penetrara en la Iglesia para que un Concilio como el de Vaticano II diera cabida al Opus. “El vacío de la legislación para acoger el verdadero espíritu del Opus Dei, que se refería a cristianos corrientes, obligó al Fundador a acogerse provisionalmente a fórmulas jurídicas inadecuadas, pero nunca la Obra estuvo dentro de un marco idóneo ya que había aspectos que contravenían principios esenciales de su caráter secular.” (pág. 653). “Monseñor Álvaro del Portillo declaraba en 1983: ‘El Fundador (...) al aceptar esas soluciones -en 1943 y en 1947- hizo ya constar a la autoridad eclesiástica competente, que esperaba se abrieran otros cauces jurídicos que pudieran resolver 17 satisfactoriamente -de acuerdo con su genuina naturaleza- el problema institucional del Opus Dei’.” (pág. 653). “La última etapa se inicia con el Concilio Vaticano II, que abrirá el horizonte jurídico necesario.” (pág. 653). “En el número 10 del Decreto ‘Presbyterorum Ordinis’, el Concilio deliberó sobre la utilidad apostólica de las Prelaturas Personales, que han de ser erigidas por la Santa Sede para llevar a cabo peculiares iniciativas dentro de la Iglesia, tanto a nivel regional como nacional e, incluso, universal.” (pág. 653). “El Colegio Episcopal, reunido con el Sucesor de Pedro y bajo Autoridad en la Suma Asamblea Conciliar, introdujo en el Derecho de la Iglesia esta nueva estructura jurisdicional de carácter personal y secular.” (pág. 653).


Escrivá fue un verdadero precursor del Concilio Vaticano II, como acabamos de comprobar, al cual se adelantó: “Con ello se adelantó cincuenta años a una de las más amplias e importantes decisiones del Concilio Vaticano II: impulsar hacia la santidad a la inmensa parcela de los cristianos en medio del mundo, con una decisión libre de poner a Cristo en las actividades todas de la tierra.” “Por ello, subrayaba este hecho Juan Pablo II en su Alocución del 19 de agosto de 1979 a un grupo de profesionales miembros del Opus Dei: ‘Es ciertamente grande vuestro ideal, que desde sus comienzos ha anticipado la teología del laicado que caracterizó luego a la Iglesia del Concilio y del Postconcilio’.” Los hijos de Monseñor Escrivá de Balaguer han visto así gozosamente confirmado el espíritu de su Fundador y, con ellos, en palabras del Cardenal Baggio: “Las razones de su alegría son también motivo de alegría para todos los hombres de buena voluntad en la Iglesia entera”. (pág. 659).


Volviendo una vez más al libro “Opus Dei” de Peter Berglar leeremos lo siguiente: “El Concilio Vaticano II ha promulgado solemnemente lo que Monseñor Escrivá de Balaguer y el Opus Dei ya enseñaban y practicaban, con su espiritualidad y con su vida, desde hacía varios decenios.” (pág. 14).


Así pues, el título de “precursor del Vaticano II” refiriéndonos al espíritu modernista de Escrivá, no es gratuito, está ampliamente fundado como se puede observar con el siguiente texto del mismo autor: “El Fundador del Opus Dei, después de muchos años de incomprensiones, tuvo la satisfación de que destacados Padres conciliares, como los Cardenales Frings (Colonia), Küning (Viena), Lercaro (Bolonia) y otros, le reconcocieran, como un verdadero precursor del Vaticanno II, sobre todo respecto a aquellos puntos capitales que, para el Concilio, marcaban el camino a seguir en el futuro. e destacados Padres conciliares, como los Cardenales Frings (Colonia), Küning (Viena), Lercaro (Bolonia) y otros, le reconcocieran, como un verdadero precursor del Vaticanno II, 18 sobre todo respecto a aquellos puntos capitales que, para el Concilio, marcaban el camino a seguir en el futuro.” (pág. 303). Tampoco es gratuito señalar su espíritu ecuménico y el de su progresismo: “En este sentido, ser verdaderamente ‘romano’ es ser verdaderamente ‘ecuménico’... y viceversa.


A menudo se olvida esto en nuestros días. Ante periodis tas, Mons. Escrivá comentó que, con ocasión de una audiencia, había dicho al Papa Juan XXIII: ‘En nuestra Obra siempre han encotrado todos los hombres, católicos, o no, un lugar amable: no he aprendido el ecumenismo de Su Santidad ‘ Este comentario, que suena quizá algo pretencioso, expresa a una idea tan importante para el Fundador que lo citó dos veces, la primera en un periódico francés, la segunda en otro español...” (pág. 246).


Más adelante, Bernal se refiere a lo mismo, recalcando lo inédito del hecho de que haya cooperadores del Opus sin fe: “Por último, para completar este rápido panorama es preciso referirse a su actitud hacia los no católicos.” “No hacía una ‘frase’ cuando declaraba que estaba dispuesto a dar cien veces su vida para defender la libertad de una conciencia. De hecho, tuvo que luchar mucho con un filial forcejeo, para que la Santa Sede aprobase algo inédito en la historia de las asociaciones de la Iglesia: que pudieran ser Cooperadores del Opus Dei personas sin fe católica.”


“En 1966 contó a un periodista, Jacques Guillémé Brúlon de ‘Le Fígaro’, lo que una vez había comentado al Santo Padre Juan XXIII movido por el encanto afable y paterno de su trato: ‘Padre Santo, en nuestra Obra siempre han encontrado todos los hombres, católicos o no, un lugar amable: no he aprendido el ecumenismo de Vuestra Santidad’. Él se rió emocionado, porque sabía que, ya desde 1950, la Santa Sede había autorizado al Opus Dei a recibir como asociados cooperadores a los no católicos y aun a los no cristianos.” (págs. 295 y 296).


“Un conocido sacerdote, don Juan Ordóñez Márquez, publicó en un periódico de Sevilla, al día siguiente del fallecimiento de Mons. Escrivá de Balaguer que había sido posiblemente, el hombre a quien el Vaticano II poco o nada nuevo tuvo que decir porque desde bien atrás ya venía andando sus caminos”. (pág. 267). “Algo semejante apuntaría unas semanas después el Cardenal Primado de España, don Marcelo Gonzalez Martín: mucho anteses del Concilio Vaticano II trabajó él como nadie, en la promoción del laicado,en la autétentica y profunda- promoción, no en las ridículasi tristes experiencias que tanto han abundado y siguen haciendo acto de presencia en los años del postconcilio; y en el campo del ecumenismo, y en el diálogo con el mundo moderno, y en el reconocimiento efectivo de la sana autonomía de las realidades temporales.” (pág. 267).


A este punto, podríamos añadir lo que Berglar en “Opus Dei”, comenta al respecto: 19 “Desde el principio de la Obra, y no sólo desde el Concilio, se ha procurado vivir un catolicismo abierto, que defienda la legítima libertad de las conciencias, que lleva a tratar con caridad fraterna a todos los hombres, sean o no católicos, y a colaborar con todos, participando de las diversas ilusiones nobles que mueven a la humanidad.” (pág. 247). “Sabemos que Pablo VI utilizaba ‘Camino’ para su meditación personal. Juan XXIII, por su parte, comentó a su secretario, el futuro Prelado Loreto, que la Obra ‘é destinata ad operares nella Chiesa su inattesi orizzonti di universale apostolato’, que ‘está destinada a abrir en la Iglesia desconocidos horizontes de apostolado universal’. Para los Papas Juan Pablo I y Juan Pablo II, el Opus Dei y su Fundador eran ya hechos históricos objetivos que suponían el comienzo de una nueva época del cristianismo.” (pág. 249).


Por tanto, lo que hoy suena a conocido gracias al Vaticano II, era una verdadera “revolución” en 1928, como el mismo Bernal comenta:


“Después del Concilio Vaticano II, buena parte del mensaje que el Fundador del Opus Dei difundió desde 1928, ‘suena a cosa conocida’.” (pág. 113).



VI. EL VATICANO II Y LA “CANONIZACIÓN” DE ESCRIVÁ.


“El Fundador del Opus Dei es un .’conservador’ (...) con una profundidad y una convicción tales que, a la vez, le convierten en el mayor ‘revolucionario católico’ de los últimos doscientos años”.


Nada hay de extraño en que, hoy no sólo haya sido reconocido el Opus Dei por Juan Pablo II, sino que, también, se pretende la canonización de Escrivá de Balaguer, pues en realidad es un verdadero precursor del Concilio Vaticano II y de sus principios modernistas tales como la libertad religiosa, el ecumenismo, la mentalidad laical, la conformación con el mundo, nueva “santidad”, exaltación de la “dignidad del hombre” con sus falsos derechos, y los principios de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad.


Escrivá fué ecumenista mucho antes que el Concilio Vaticano II, y precursor del mismo. De ahí que se pretenda su canonización a toda costa, cueste lo que cueste... .


Los del Opus Dei pueden hoy decir que el Vaticano II ha hecho suyo muchas ideas de Escrivá. Refiriéndose, por ejemplo, a la tarea de “servicio a los laicos”, nos comenta Bernal en su obra: “... Esta es la tesis que Mons. Escrivá de Balaguer ha predicado desde hace tanto tiempo y que el Concilio Vaticano II ha hecho suya”. (pág. 154).


El mismo autor cita más adelante, la alegría de Escrivá ante el Vaticano II, el cual proclama lo que él desde hace 30 años venía haciendo:


“Una de mis mayores alegrías ha sido precisamente ver cómo el Concilio Vaticano II ha proclamado con gran claridad la vocación del laicado. Sin jactancia alguna, debo decir que, por lo que se refiere a nuestro espíritu, el Concilio no ha supuesto una invitación a cambiar, sino que, al contrario, ha confirmado lo que -por la gracia de Dios- veníamos viviendo y enseñando desde hace tantos años”. (pág.261). 20 Palabras que también cita Vazquez en su libro “El Fundador del Opus Dei” (pág.339).


Es sumamente revelador cómo el Opus participó activamente en el Concilio, tal y como relata Berglar (recordemos que su libro “Opus Dei”, está editado por Rialp, -editorial de la Obra-):


“Don Álvaro del Portillo, participó desde el primer momento en la preparación del Concilio, especialmente en lo referente al tema ‘los laicos en la Iglesia’; más tarde fue nombrado Secretario de la Comisión Conciliar ‘De disciplina cleri et populi christiani’ y perito de algunas otras comisiones. De esta manera, el Opus Dei participó activa e intensamente en el Vaticano II.


Por supuesto que Escrivá y Del Portillo hablaron, con la unión que les caracterizaba, de todos los problemas que se planteaban; no hubo un solo día, a lo largo de los cuatro años conciliares, en los que no se diera una ‘conversación a puerta cerrada’ entre estos dos hombres, a los que casi podíamos llamar ‘alma’ y ‘cuerpo’ del Opus Dei.” (pág.299).


Por lo que se puede ver, el Opus no fue ajeno al Concilio Vaticano II, sino todo lo contrario. Volviendo a la obra de Vázquez encontramos que: “En la fase inicial, el Secretario General del Opus Dei, don Álvaro del Portillo, hubo de trabajar como Presidente de la Comisión antepreparatoria sobre seglares. Después, como miembro de otra Comisión preparatoria; y, finalmente, como Secretario de la ‘Comisión sobre la disciplina del clero y del pueblo cristiano’, amén del peritaje en otras Comisiones.” (pág. 329).


Los ideales del Opus van con las exigencias de los tiempos modernos; Ana Sastre lo expone con claridad:


“...los altos ideales que el Opus Dei les propone, tan acomodados a las exigencias de los nuevos tiempos...” (pág . 484). Tiempos modernistas al igual que el Concilio Vaticano II, como hace ver dicha autora: “A lo largo del Concilio, múltiples aspectos que el espíritu del Opus Dei viene exponiendo y practicando desde 1928, van a ser refrendados y propuestos por la Iglesia Católica reunida en la mayor asamblea de su historia.” (pág. 485).


Escrivá es consciente de su espíritu modernista. Él mismo llega a decir que, en otros tiempos, anteriores a los del Concilio Vaticano II, se le acusó de hereje, tal como relata Ana Sastre: “Por haber proclamado la vocación universal a la santidad, desde que fundó el Opus Dei en 1928, Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer ha sido unánimemente reconocido como un precursor del Concilio precisamente en lo que constituye el núcleo fundamental de su Magisterio, tan fecundo para la vida de la Iglesia.” (pág. 486). “Hoy al concluir el Concilio Vaticano II, el Padre recuerda el arduo camino que ha tenido que abrir en el mundo este ‘espíritu viejo como el Evangelio y, como el Evangelio, nuevo’:’Hemos de estar contentos al acabar este Concilio. Hace treinta años, a mí me acusaron algunos de hereje por predicar cosas de nuestro espíritu que ahora ha reconocido el Concilio de modo solemne, en la Constitución dogmática ‘De Ecclesia’. Se ve que hemos ido adelante, que habéis rezado mucho.” (pág. 486). 21

El Opus Dei, constituía en el año 1928, una revolución en el orden teológico y religioso por su doctrina modernista.


La gran admiradora del Opus, Ana Sastre, dice en su citado libro “Tiempo de Caminar” relativo a la doctrina de la Obra con respecto a la concepción religiosa de Escrivá: “Esta doctrina, hoy extendida y consagrada por el Concilio Vaticano II, entrañó en el año 1928 una revolución de conceptos teológicos, ascéticos y jurídicos”. (pág. 594).


Que no se diga pues, que la mentalidad de Escrivá no era revolucionaria y modernista en materia de religión, o que son exageraciones o tergiversaciones. No olvidemos que, las ediciones Rialp, son una de tantas que la Obra posee. Luego todo lo que salga en dichas ediciones, está avalado por el Opus Dei. Otro gran admirador del Opus, Peter Berglar, en su libro (“Opus Dei” -editado claro está, por Rialp-), afirma como un gran elogio el poder ver: “...que el Fundador del Opus Dei es un ‘conservador’ ó (digámoslo con una metáfora) una ‘roca primigeniamente cristiana’ o -si se quiere- una roca ‘primigeniamente cristiana’, con una profundidad y una convicción tales que, a la vez, le convierten en el mayor ‘revolucionario católico’ de los últimos doscientos años.” (pág. 243).


Por esto, los papas fieles a Vaticano II, que es el Concilio de la Revolución, harán lo indecible para canonizar a Escrivá. Bernal en su obra ya mencionada comenta, haciendo ver el carácter revolucionario y otrora herético: “En un extenso artículo, que publicó el diario ‘Avvenire’ de Milán, el 26 de julio de 1975, el Cardenal Baggio subrayaba la idea: santidad para el hombre de la calle, no ideal para privilegiados; lo que a muchos pareció herejía, después del Concilio Vaticano II se había convertido en principio indiscutible: ‘Lo que continua siendo revolucionario en el mensaje espiritual de Mons. Escrivá de Balaguer es la manera práctica de orientar hacia la santidad cristiana a hombres y mujeres de toda condición, en una palabra: al hombre de la calle’.” (pág. 138). “El modo de concretar, en la práctica, este mensaje se basa en tres novedades características de la espiritualidad del Opus Dei:


1) ante todo, los seglares no deben abandonar ni despreciar el mundo, sinoquedarse dentro, amando y compartiendo la vida de sus conciudadanos;


2) quedándose en el mundo, los seglares deben saber descubrir el valor sobrenatural de todas las normales circunstancias de su vida, incluidas las más prosaicas y materiales;


3) en consecuencia, el trabajo cotidiano es decir, el que ocupa la mayor parte del tiempo y caracteriza la personalidad de la mayoría de las personas es lo primero que hay que santificar y el primer instrumento de apostolado.” (págs. 138-139).


No es de extrañar entonces que Roma, inspirada hoy por el Vaticano II, quiera canonizar a Escrivá. Como dice Berglar: “Así pues, se ve claramente que no es casualidad que el Opus Dei haya nacido en el primer tercio del siglo XX. La Obra supone un nuevo despertar en la Iglesia de los 22 cristianos en el mundo; es un impulso de renovación cristiana, cuya validez universal de cara al futuro quedó clara gracias al Concilio Vaticano II.” (pág. 305). ¡Claro que no es casualidad!, y por eso es muy de sospechar al menos, que el Opus sea eso que ellos quieren negar a toda costa como si, de falsas acusaciones se tratase. Hábilmente sacan a relucir éstas para que se disuelvan las sospechas que más les afectan.

Leamos si no, lo que nos expone Bernal:


“Acusaban al Opus Dei de ser ‘una rama judaica’ de los masones, o ‘una secta judaica en relación con los masones’. (pág. 280). Todo hace pensar que es cierto lo que se sospecha del Opus Dei, y que, ellos mismos tratan de soslayar como se puede ver por lo que de sí mismos dicen para defenderse: (“Opus Dei: Ficción y Realidad"): “El sensacionalismo en torno al Opus surgió poco después de que un joven sacerdote, don Josemaría Escrivá, lo fundase en España en el año 1928. Una de las primeras acusaciones, hechas ante un tribunal especial, era que el Opus Dei constituía una rama judaica de la masonería. (pág. 10).


El Padre Julio Meinvielle dijo respecto al Opus algo sumamente revelador: “Los tres pueblos bíblicos en la lucha por la dominación del mundo”:


“Mejores esperanzas prometía la Cruzada anticomunista de la España del 36, donde requetés y falangistas, oponiéndose con la bravura de leones al avance judeocomunista, detuvieron por entonces este peligro en la Europa occidental. Pero allí, el pueblo judío aprendió tan sólo una lección: la raza hispánica es imbatible de frente, pero solo de frente. Puede ser traicionada si se acierta en proporcionarle un tratamiento debidamente dosificado de ‘cristianisno y mundo moderno’, con el que, bajo la apariencia de apostolado, se le inoculen los virus de la anti-religión y de la anti-patria. Tal iba a ser la misión en la España franquista del ‘Opus Dei’. La heroica España del 36 ha sido totalmente emputecida y envilecida y, hoy en la década del 70, ha quedado totalmente ganada para el mundo judío.” (pág. 292).


CAMINO Convendría decir algo sobre “Camino”, el libro más difundido del Opus, antes de terminar con esta recopilación de citas y textos que representan el espíritu y actividad de la Obra, tal y como Escrivá la había fundado. Pero dejemos, una vez más, que sean ellos los que hablen. Sobre el espíritu ecuménico de “Camino”, dice el hoy Mons. Álvaro Portillo en “Estudios sobre Camino”: “Esta realidad ‘ecuménica’ de Camino obliga a preguntarse cómo unas páginas, cuyo origen redaccional tiene contextos tan marcados, han podido difundirse entre personas perteneclentes a medios culturales, no ya diferentes al originario de Camino, sino tan diversos entre sí.


¿Cuál es la inspiración profunda de este libro, capaz de dar 23 razón -además de la actuación de la gracia, que Dios concede como y cuando quieredel bien que ha hecho y sigue haciendo en gentes tan distintas?” (pág. 48). “Aunque a primera vista puede resultar paradójico la universalidad de Camino en el tiempo y en el espacio, lo que podríamos llamar su carácter ‘transcultural’, encuentra una primera explicación en las mismas razones que lo sitúan en un concreto contexto cultural e histórico.” (pág. 48).


Camino exalta la dignidad de la persona humana, independientementemente de la religión y en consecuencia con el pluralismo ideológico-religioso y la libertad religiosa: “Esta dimensión humana de Camino explica la capacidad demostrada por el libro de conectar con las esperanzas y aspiraciones de cualquier hombre ó mujer que sienta verdaderamente su propia dignidad, independientemente de sus convicciones religiosas, ofreciendo al lector ilusión e impulso para llevar una vida humanamente más limpia y más noble.” (pág. 52).


El Vaticano II y Camino van al unísono por lo que dice Mons. Álvaro del Portillo: “Durante mi trabajo en las comisiones del Concilio Vaticano II pude comprobar cómo se abrían paso en sus documentos, a veces muy trabajosamente, enfoques de la vida cristiana y criterios pastorales que son corno la atmósfera de Camino.


Un libro que, en lo doctrinal, refleja la firme y gozosa recepción que hace su Autor de la fe transmitida por la Iglesia; y que, a la vez, la proyecta en la vida real de todos los hombres...” (pág. 65). “Varios lustros después de que se recordara en Camino y de que Mons. Escrivá de Balaguer la expandiera por el mundo hasta hacer penetrarse en ella, corno doctrina y corno vida, a muchos miles de almas el Concilio Vaticano II proclamó la universalidad de la vocación a la santidad al apostolado, invitando a todos los hombres, al reclamo providente de las inflexiones nuevas de la historia de la salvación.” (pág. 113). “Los rasgos del cristiano apóstol, tal como los plasma, con trazo firme, Camino, responden a los signos de los tiempos nuevos de la historia de la salvasión en que nos estamos adentrando.” (pág. 115).


Recordemos cómo Álvaro del PoRtillo nos muestra que hay una misma atmósfera entre el Vaticano II y Camino: (“Estudios sobre Camino”) “Durante mi trabajo en las comisiones del Concilio Vaticano II, pude comprobar cómo se abrían paso en sus documentos, a veces muy trabajosamente, enfoques de la vida cristiana y criterios pastorales que son corno la atmósfera de Camino....” (pág. 55).


Camino, según Álvaro del Portillo, enseña a acoger las enseñanzas más revolucionarias que hoy son difundidas gracias al Vaticano II: “Camino ha ido preparando en este tiempo a millones de personas para entrar en sintonía y acoger en rofundidad al unas de las enseñanzas más revolucionarias que 24 treinta años después promulgaría solemnemente la Iglesia en el Concilio Vaticano II.” (pág. 53). Texto revelador del espíritu de Camino y del Opus en su misión revolucionaria amparada por el Vaticano II. Conclusión Final Que no se diga que, después de haber leído todo lo expuesto, son exageraciones o invenciones.


Todos los textos y citas son los difundidos por el Opus, los autores son miembros ó amigos de la Obra; la editorial Rialp, también pertenece a la misma, con lo cual, todo esto nos garantiza que, estos escritos son los que el Opus Dei admite y, por lo tanto, quiere difundir en su favor, al menos a modo de propaganda. Más aún, el mismo Escrivá es tan liberal, que nos reconoce todo el derecho a criticarlo pues, como recoge Bernal en su obra “Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer” (pág.27l), fue él -Escrivá- quien dijo a un joven que participó en una manifestación en la que se oyeron gritos contra el Opus: -“Pues hacía muy bien. Estaba en su derecho; si pensaba así, debía hacerlo”-. No es para menos si tanto amó la libertad y, por consiguiente, la libertad de conciencia, así es, que no tiene de qué quejarse. Pues bien, estamos según el Fundador en nuestro derecho al hacerlo, sin que se ofendan los aludidos... .

Amén. Juan Morales.

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