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Carta de San Martín a Tomás Guido sobre el restablecimiento de relaciones con el Vaticano



Fuente: Archivo General de la Nación, Correspondencia del General San Martín a Tomás Guido, S.7-C.16-A.1-N°1, en Ricardo Piccirilli, San Martín y la política de los pueblos, Buenos Aires, Ediciones Gure S.R.L., 1957, págs.158-159.


¿Están en su sana razón los representantes de la provincia para mandar entablar relaciones con la Corte de Roma en las actuales circunstancias? Yo creía que mi malhadado país no tenía que lidiar más que con los partidos, pero desgraciadamente veo que existe el Fanatismo, que no es un mal pequeño: Afortunadamente nuestra Campaña y Pueblo se compone (en razón de su educación) de verdaderos filósofos, y no es fácil empresa moverla por el resorte religioso.

¡Negociaciones con Roma! Dejen de amortizar el papel moneda, y remitan un millón de pesos y conseguirán lo que quieran. He aquí el caso de nuestra rancia amistad. Yo ya soy viejo para militar, y hasta se me ha olvidado el oficio de destruir a mis semejantes; por otra parte, tengo una pacotilla (y no pequeña) de pecados mortales cometidos y por cometer, ainda mas. V. sabe de mi profundo saber en latín, por consiguiente esta ocasión me vendría de perilla para calzarme el obispado de Buenos Aires, y por este medio no sólo redimiría todas mis culpas, sino que aunque viejo, despacharía las Penitencias con la misma caridad Cristiana como lo haría el casto y virtuoso Canónigo Navarro de feliz memoria1 .

Manos a la obra, mi buen amigo. Yo suministraré gratis a sus hijos el Sacramento de la Confirmación, sin contar (las) mis oraciones por su alma que no escasearán. Yo creo que la sola objeción que podrá oponerse para esta mamada es la de mi profesión, pero los Santos más famosos del Almanaque, ¿no han sido militares? Un San Pablo, un San Martín, ¿no fueron soldados como yo, y repartieron sendas cuchilladas sin que esto fuese un obstáculo para encasquetarse la Mitra? Basta de ejemplos.

Admita V. la santa bendición de su nuevo prelado, con la cual recibirá la gracia de que tanto necesita para libertarse de las pellejerías que le proporcionará su Empleo: yo se la doy con la cordialidad de su viejo amigo.


Referencias:

1 Con respecto al canónigo Navarro, entera un historiador chileno, que era aquél capellán del cuerpo de Granaderos a Caballo, a quien San Martín le dio los despachos (sic) de canónigo; se los confirió militarmente. (Ver: Benjamín Vicuña Mackenna, Obras Completas, San Martín, t. VIII, p. 269)

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